[El Periódico] Esta es la historia de un sueño. Un joven de 17 años que escribía canciones fue al Palau de la Música a escuchar a Llach. «Algún día también yo cantaré aquí las mías», se dijo. Joan Mas (Esplugues de Llobregat, 1956) se convirtió en un brillante abogado y empresario. Y casi 40 años después, el próximo lunes 19, cumplirá su deseo.
-Mi abuelo, Joan Brillas, un administrador de fincas enamorado de la cultura, fue empresario del Teatre Romea en los años 60. Eran tiempos muy difíciles para el teatro catalán. Financió proyectos que no tenían el éxito que él esperaba, perdió muchísimo dinero y eso provocó grandes tensiones familiares. Mis padres temían que nos metiéramos en ese mundo…
-Pero usted tenía el veneno en el cuerpo, ¿eh?
-Yo me crié con el abuelo. A los 10 años me llevaba al Palau y al Romea. Era amigo de Capri, de Escamilla, de Sagarra… También presidía el Teatre L’Avenç de Esplugues, donde debutó Serrat. Yo, que solo era un crío, fui a aquel primer concierto. Sus discos sonaban en casa tanto como los de zarzuela.
-Curiosa mezcla de influencias.
-A los 14 años escribí mi primera canción, El Padrí, que el abuelo Brillas llegó a leer. Me animó a seguir y me compró una guitarra. Pero murió pronto, a los 69 años. Y yo decidí estudiar Derecho.
-Para satisfacción de sus padres…
-A mí siempre me gustó. Y me dediqué a trabajar. Nunca menos de 12 horas diarias. Primero como abogado y luego monté una empresa de gestión documental del sector financiero, que acabó comprando una multinacional. Mientras, iba acumulado un montón de canciones en una carpeta titulada Cançons pel silenci.
-Un vicio privado.
-Gracias a Àngels Massagué, amiga de Llach,me introduje un poco en ese mundo. Actué en algún concierto de Joan Isaac y Marcel Casellas, en bibliotecas y envelats. Un día pensé: «¿Y si grabo las canciones?» Hasta entonces las había registrado en casetes… En 1992, el director del Villarroel Teatre me dio todas las facilidades para hacer un concierto muy acústico con media docena de músicos. En el entreacto apareció Lluís Llach en el camerino. Impactante.
-¿Cuántas letras habrá escrito?
-Más de un centenar.
-¿De qué suele hablar en ellas?
-Solo escribo si quiero decir algo. Hace 22 años escribí Nen d’Afmadow, dedicada a la situación de Somalia, desgraciadamente actual… También tengo un tema en defensa de la lengua catalana, Si parla el vent, cuyos arreglos me ha hecho José Miguel Fernández Sastrón…
-¿El exmarido de Simoneta Gómez-Acebo?
-Sí. Y en el último disco, que se titula En la esquina del cielo, me he inspirado en músicos como Sting. ¡Me encanta Sting! Un día incluso cogí la moto y me fui hasta Il Palagio, su residencia en Figline Valdarno, a llevarle un cedé. Su secretaria debió de pensar que era un mensajero, cogió el sobre y me fui.
-¿Siente como un fracaso no haber triunfado como cantautor?
-En absoluto. Yo me lo he pasado bien trabajando. Y creo haber encontrado un equilibrio entre el mundo crematístico y el bohemio. Y he recibido cartas de empresarios como José Manuel Entrecanales, el presidente de Acciona, elogiando mi música. Y eso que, a veces, no lo han entendido…
-¿Qué no han entendido?
-Parece que una persona que se dedica al mundo de los negocios solo puede presidir un club de fútbol o matar leones en un safari. Es como si componer o gustarte la poesía no encajara con los negocios.
-¿La banca no le inspiró letra alguna?
-La banca lo que tiene que hacer es ordenar el sector financiero y, sobre todo, dar más crédito a los emprendedores. Lo demás son historias.
-Entre tanto, usted, a cumplir su postergado sueño del Palau.
-Cantaré unas 20 canciones, con unos músicos buenísimos y todo el aforo ya vendido. Arrancaré con Petit poema d’un poble, que compuse a los 17. Y me acompañarán artistas como Manu Guix, Stephano Palatchi, Gisela, Gemma Recoder y la maravillosa Coral Vivaldi.
-Disculpe: ¿lo paga de su bolsillo?
-El 100% del coste lo asumo yo. Y el total de la recaudación y de los patrocinadores irá a parar a las fundaciones Clarós y Barraquer, que mandarán a un equipo médico a operar al África subsahariana. Hay que perseguir los sueños, siempre…